Justin Smith, de 26 años, no sale de su asombro y se considera “afortunado” y está “muy agradecido” a los médicos que le salvaron la vida.
Una noche de febrero de 2015, Smith, de McAdoo, Pensilvania, (EE.UU.), iba caminando a su casa después de una reunión con unos amigos, cuando tropezó y cayó inconsciente en la nieve.
Justin Smith es el caso de hipotermia más fuerte que el doctor Gerald Coleman, del Lehigh Valley Hospital, ha conocido.
A la mañana siguiente, al ver que no había llegado a dormir, su padre, Don Smith, salió a buscarlo en su auto.
Al borde de un camino Smith vio unas botas asomándose. Bajó a mirar y comprobó que era Justin, su único hijo.
Habían pasado cerca de 12 horas desde su desaparición. Estaba nevando y la temperatura era de -4ºC. El hombre recuerda que el joven estaba azul y no tenía pulso. Su impresión fue que su hijo estaba muerto.
Los paramédicos que llegaron al lugar tampoco encontraron signos vitales y detectaron que su temperatura corporal estaba por debajo de los 20ºC. La técnica que “mata” y “resucita” con hipotermia a los pacientes.
Las circunstancias también los llevaron a creer que el joven había estado muerto por un tiempo considerable, según explicaron a medios locales.
La familia de Justin también pensó que el joven había muerto, hasta que el doctor Coleman entró en acción.
“Algo dentro de mí me dijo ‘tengo que darle a esta persona una oportunidad'”, le explicó el doctor Coleman a un periódico local. Coleman ordenó a los paramédicos que le aplicaran a Justin reanimación cardiopulmonar (RCP), pese a que no tenía pulso y que parecía haber dado su último suspiro hacía medio día.
Coleman creía que todavía el joven tenía oportunidades de vivir
Los miembros del equipo de emergencia presionaron el pecho del joven y le dieron respiración boca a boca hasta que pudieron trasladarlo -en medio de una tormenta de nieve- al hospital donde estaba el doctor Coleman.
Y ahí, el doctor James Wu, recomendó conectar a Justin a una máquina de oxigenación por membrana extracorporal (ECMO, por sus siglas en inglés) para calentar y oxigenar su sangre.
Algo le dijo al doctor Coleman que Justin todavía tenía oportunidades de vivir. Después de 90 minutos conectado, la temperatura de Justin comenzó a subir y su corazón comenzó a latir por sí solo. Sus signos vitales se restablecieron, pero su cerebro todavía no mostraba actividad. Estuvo 15 días en coma.
Dos semanas después, despertó y los médicos se sorprendieron al comprobar que su cerebro estaba ileso.
Las horas congelado solo le habían costado los dedos del pie y los meñiques, que fueron amputados por gangrena. Así que tuvo que aprender a usar sus manos y a caminar otra vez.
Smith salió del hospital en marzo y volvió a su casa el 1 de mayo del 2015. Ahora vive su vida con normalidad, juega golf y está planeando retomar sus estudios de Psicología en la Universidad Estatal de Pensilvania.
Casi un año después del accidente, Justin dio una conferencia en este mes en la que agradeció al doctor Coleman por salvarlo.
“Necesitábamos un gran milagro”
Sabíamos que necesitábamos un gran, gran milagro”, afirmó la madre de Justin, Sissy Smith.
Ese día vivimos un gran milagro frente a nosotros, dijo el Dr. Castaldo. Por su parte el Dr. Coleman afirmó: “Las cosas suceden por una razón. Esto renueva mi fe en Dios a diario y la de muchos; y me ánima a aplicarla en lo que hago todos los días”.
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