viernes, 3 de febrero de 2017

Josué: levántate y cruza el rio Jordán. Tú y toda esta nación entrarán en la tierra que les di a los hijos de Israel



Yehoshúa y la conquista de la Tierra Prometida
Ésta no es una típica guerra de conquista.



Así comienza el libro de Yehoshúa:

Y fue después de la muerte de Moshé, el sirviente de Dios, que Dios le dijo a Yehoshúa, el hijo de Nun, el asistente de Moshé: “Moshé, mi sirviente, ha muerto, ahora levántate y cruza el rio Jordán. Tú y toda esta nación entrarán en la tierra que les di a los hijos de Israel. Cada lugar que pises te lo daré, como le dije a Moshé. Ningún hombre se levantará contra ti, todos los días de tu vida. Así fue con Moshé, así será contigo. No te soltaré ni te abandonaré. Sólo sé fuerte y muy valiente para observar y actuar de acuerdo con la Torá que Moshé, mi sirviente, te ha ordenado. Por ello, no te desvíes ni a la derecha ni a la izquierda para que seas exitoso dondequiera que vayas”.

Yehoshúa es uno de los grandes líderes de la historia judía. El Talmud dice: “La cara de Moshé era como la cara del sol, mientras que la cara de Yehoshúa era como la cara de la luna” (1). Esto es entendido como que la grandeza de Yehoshúa era un reflejo de su maestro, Moshé, lo cual es un inmenso cumplido. Pero esto también nos dice que así como el sol es mucho más grande que la luna, la cual sólo refleja la luz de éste, así también, si Moshé hubiese vivido para entrar en la Tierra de Israel, toda la historia judía y de la humanidad hubieran sido diferentes.

Después de la muerte de Moshé, Yehoshúa condujo al pueblo de Israel por 28 años (2). El Libro de Yehoshúa describe los siete años de conquista y los siete años de asentamiento en la Tierra de Israel. Después de que la tierra fue conquistada, ésta fue dividida en porciones separadas para cada tribu mediante una lotería guiada divinamente. El Libro de Yehoshúa también describe los límites Bíblicos de la Tierra de Israel.

En ese entonces la llamada Tierra Prometida estaba delimitada por el imperio egipcio al sur y por el de Mesopotamia al norte. Pero no estaba gobernada por ninguno de ellos. De hecho, no había ningún poder reinando en esta porción de tierra, sino que estaba poblada por siete tribus canaanitas que residían en 31 ciudades-estado fortificadas, las que estaban diseminadas por todo el mapa y eran cada una gobernada por su propio “rey”.

(Jericó era una de esas ciudades-estado, así como Ai y Jerusalem, y los miembros de las tribus canaanitas que las habitaban eran llamados jebuseos).

Antes de entrar a la tierra, el pueblo judío envió una delegación a los canaanitas con el mensaje: “Dios, el Creador del universo, ha prometido esta tierra a nuestro antepasados. Estamos aquí ahora para reclamar nuestra herencia, y les pedimos que se vayan en paz”.

No es necesario decir que la mayoría de los canaanitas no se fue (y que sólo una tribu tomó la oferta y se fue).

Mientras tanto, Yehoshúa tenía instrucciones claras de Dios de que si los canaanitas no se iban, los judíos los debían erradicar, porque si se quedaban en la tierra, los corromperían. Esto denota que los canaanitas eran extremadamente inmorales e idólatras, y los judíos no podían convivir con ellos como sus vecinos.

Esto es como decir hoy que vivir en un vecindario malo arruina a tus hijos. Siempre hay que cuidarse de las influencias externas.

Entonces, ¿qué ocurrió?
La Batalla de Jericó

El pueblo entró en la tierra y peleó una serie de batallas. La primera fue la batalla de Jericó, la entrada al corazón de Canaan.

Algunos arqueólogos han sugerido que la fácil conquista de esta ciudad fuertemente fortificada fue posible por un oportuno terremoto. Pero ¿no es asombroso que precisamente cuando el pueblo judío necesitaba que la ciudad cayera haya ocurrido un terremoto? No importa cómo lo expliques, sigue siendo milagroso.

El agua del Jordán milagrosamente dejó de fluir, y cruzaron sobre tierra seca; luego, el río se volvió a llenar con agua. Después marcharon hacia los muros de la ciudad, los cuales se desmoronaron ante sus ojos. Conquistaron la cuidad sin tomar botín, como les había ordenado Dios.

A esta altura probablemente ya está claro que ésta no fue la típica guerra de conquista que leemos en la historia humana, de lucha sangrienta o saqueo y ultraje. Dios ha dicho: “No hagan nada de eso. Y si siguen Mis instrucciones, todo andará bien”.
Todos Para Uno y Uno Para Todos

Los judíos continuaron hacia la siguiente ciudad-estado, un lugar llamado Ai.

Pero allí las cosas no fueron tan fáciles. De hecho, se encontraron con una terrible derrota en la que murieron muchos judíos. Traumatizados por la experiencia, suplicaron a Dios para saber por qué los había abandonado, y rápidamente supieron la verdad – un hombre, llamado Aján, había robado algunos objetos en Jericó.

    ¡Una persona entre 3 millones no escuchó a Dios y todos sufrieron!

El hecho fascinante aquí es que la Biblia parece estar diciendo que la obediencia de los mandamientos de Dios es vital, y que, en lo que concierne a los judíos, es todos para uno y uno para todos.

Como consecuencia de esta lección, el judaísmo nos enseña que existen tanto la responsabilidad colectiva como la responsabilidad individual – nadie está aislado, cada uno existe como parte de un todo y es responsable por las acciones de los otros y por las propias. Al igual que en la historia del becerro de oro, todo judío es aval de su prójimo.

En el mundo de hoy el lema parece ser “¡No te entrometas!”, o “No es mi problema”. Si nos comportáramos como ellos lo hacían, la mayoría de los problemas del mundo desaparecerían.
La Vida en la Tierra

A pesar de que hubo muchas dificultades en el camino, los israelitas finalmente lograron reclamar la tierra prometida, pero su vida estaba lejos de ser calma, particularmente después de la muerte de Yehoshúa. La Biblia relata que ellos sólo se podían culpar a sí mismos:

“Y los hijos de Israel pecaron frente a Dios… y el enojo de Dios fue encendido en contra de Israel y Él los entregó en las manos de predadores… y los entregó en manos de sus enemigos” (Jueces 2:8-14).

Con una lectura simple del texto uno podría asumir que todo el pueblo judío abandonó la Torá y comenzó a adorar ídolos. Pero esto, en realidad, no es correcto. Como ocurrió en el incidente del becerro de oro, sólo un pequeño porcentaje de las personas pecó, pese a lo cual la nación entera fue declarada responsable.

Como hemos mencionado previamente, la naturaleza altamente autocrítica de esta parte del texto es parte de las razones que hacen de la Biblia un documento único – es el libro sagrado de un pueblo, pero que también relata la historia pecaminosa de su gente. Este enfoque exagerado en los errores – la autocrítica en el texto – da un énfasis extra a las lecciones que el pueblo judío debe aprender de sus faltas.

No hay duda de que la crítica hacia los judíos en la Biblia es altísima, pero hay dos razones por las que una mínima ofensa hecha por un pequeño grupo de personas fue condenada tan duramente:

    Como notamos arriba, cada judío es responsable por su prójimo, y lo que uno hace repercute en todos.
    Como se puede observar en la historia moral del mundo, apenas una cosa es tolerada, ésta se convierte en aguantable y luego se termina volviendo un comportamiento común.

Por lo tanto, aquí Dios está explicándole a los judíos un punto importante: están en un nivel espiritual muy elevado. Si toleran incluso pequeñas indiscreciones de unos pocos, eventualmente esos pocos van a corromper a la nación.

Y de hecho, eventualmente eso fue lo que ocurrió; pero antes de que pasase, los judíos disfrutaron de un periodo de “luna de miel” en la tierra de Israel, conocido como el período de los Jueces.

Fuente: Aish latino  

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