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jueves, 22 de marzo de 2018

¿Es judío el ex presidente de Perú Pedro Kuczynski?


Kuczynski, descendiente de judíos alemanes, es el nuevo presidente de Perú

Pedro Pablo Kuczynski no es judío de acuerdo a la ley judía, pero si un descendiente de judíos.
Pedro Pablo Kuczynski, banquero y ex primer ministro de Perú de origen judío, fue elegido presidente del país latinoamericano, superando a Keiko Fujimori por un 50,12%, según anunció la Oficina Nacional de Procesos Electorales (ONPE) de Perú.
 Kuczynski, de 77 años, nació en Lima. Hijo de una madre protestante francesa y un padre judío alemán, que había escapado de los nazis y terminó siendo uno de los administradores de salud pública más importantes del Perú.

 Kuczynski, quien sirvió como primer ministro de Perú entre 2005 y 2006, proclamó a través de su cuenta de Twitter, que era “el momento de trabajar juntos por el futuro de nuestro nuevo país”.

 Ocupó cargos tanto en el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional antes de ser designado como director general del Banco Central de Reserva del Perú. Luego se desempeñó como ministro de energía y minas en la década de 1980, y el ministro de Economía y Finanzas antes de convertirse en primer ministro.

Pedro Pablo Kuczynski representa al partido Peruanos Por el Kambio, que se enfrentó en un balotaje con el partido liderado por la hija del ex presidente de Perú, Keiko Fujimori, que representa la facción Fuerza Popular. La segunda vuelta se realizó el 5 de junio, los resultados se dieron a conocer por la Oficina Nacional de Procesos Electorales (ONPE) el jueves por la noche

Ocupó cargos tanto en el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional antes de ser designado como director general del Banco Central de Reserva del Perú. Luego se desempeñó como ministro de energía y minas en la década de 1980, y el ministro de Economía y Finanzas antes de convertirse en primer ministro.

 Pedro Pablo Kuczynski representa al partido Peruanos Por el Kambio, que se enfrentó en un balotaje con el partido liderado por la hija del ex presidente de Perú, Keiko Fujimori, que representa la facción Fuerza Popular. La segunda vuelta se realizó el 5 de junio, los resultados se dieron a conocer por la Oficina Nacional de Procesos Electorales (ONPE) el jueves por la noche

martes, 14 de marzo de 2017

Judíos austríacos ayudan a refugiados musulmanes


Empatía más allá de las creencias y capacidad de romper los prejuicios. Una asociación judía de Viena -Shalom Alaikum- es el inesperado apoyo que han encontrado cientos de refugiados musulmanes para rehacer su vida en Austria.

Sentados en círculo sobre una alfombra en el suelo, una familia de refugiados afgana recuerda el duro viaje que ha recorrido hasta llegar a Viena. A su lado, mientras escucha, una mujer judía hace mimos al miembro más pequeño, una bebé de siete meses.

Ella es Golda Schlaff, una de las responsables de Shalom Alaikum, fundada en Viena en otoño de 2015 para ayudar a los refugiados musulmanes a adaptarse a una nueva cultura.
Su nombre es una mezcla entre la palabra hebrea “Shalom” (“Paz”) y la árabe “Alaikum” (“sea contigo”) y fue creada con el objetivo de eliminar los prejuicios entre judíos y musulmanes.
“Todos tenemos diferentes maneras de creer en el mismo Dios”, afirma Schlaff, que hasta el momento ha ayudado a más de 35 familias, unas 200 personas, de Afganistán, Argelia, Irak, Irán, Nigeria o Siria, con las que nunca ha tenido un problema por sus diferentes religiones.
Aunque la asociación fue concebida como judía y sus responsables profesan esta fe, su valor fundamental es la “tolerancia”, afirma Schlaff, así que acogen voluntarios de cualquier creencia.
La financiación proviene de donaciones privadas y el pasado octubre recibieron un premio del Ministerio de Exteriores austríaco, dotado con 2.000 euros.
La familia de Zohal, que prefiere mantener su apellido en el anonimato, sólo tiene palabras de agradecimiento para Shalom Alaikum por toda la ayuda que han recibido, afirma la joven de 18 años, que llegó a Viena hace un año y medio con su abuela, sus padres, cinco hermanos y su prometido, después de recorrer cientos de kilómetros a pie desde su Parwan natal.
En mitad de la conversación colocan en el centro varias tazas de té y manzana recién cortada. La familia ha perdido todo menos dos cosas: la sonrisa y la generosidad.
En el lateral de un armario, en frente de una cama de una de las dos habitaciones con las que cuenta su apartamento, llama la atención un gran póster hecho a mano con palabras en alemán como “médico”, “dentista”, “oftalmólogo” o “medicamentos”.
Los padres de Zohal apenas hablan alemán, pero su madre hizo ese mural y lo colocó frente a su cama para no olvidar un vocabulario que ella considera fundamental para el cuidado de los niños.
“Nosotros ya hemos vivido. Lo que queremos es un futuro mejor para nuestros hijos”, comenta el padre en su lengua materna, mientras ve emocionado cómo su hija le traduce en un idioma que hace un año la niña desconocía.
Shalom Alaikum se encarga de buscar colegios para los niños refugiados que no tienen acceso automático a la educación obligatoria austríaca al estar fuera del rango de edad, explica Schlaff.
Zohal, junto a su hermano de 17 años, ha conseguido entrar en la educación pública y a ella solo le quedan cuatro años para terminar la educación secundaria.
Después, si consigue entrar en la universidad, quiere ser médico, el mismo deseo que tienen dos de sus hermanos más pequeños, de 13 y 12 años.
Por eso, sabe que tiene que estudiar mucho, no sólo alemán, sino también inglés, idioma que aprende de forma autodidacta leyendo cuentos de niños pequeños cuando llega a casa, mientras espera con su familia la entrevista para poder conseguir el derecho de asilo.
El alemán también lo dominan las hijas de 10 y 11 años de Khaled y Asma, de Irak, quienes, con muchos kilómetros a sus espaldas, cruzaron a pie las fronteras de Turquía, Grecia, Macedonia, Serbia y Hungría hasta llegar a Austria, donde se quedaron al no poder seguir avanzando, estaban extenuados.
Naturales de Bagdad, intentaron encontrar la paz en otras dos ciudades iraquíes antes de emprender su exilio al extranjero, pero les fue imposible, explica Khaled, quien también relata cómo en Grecia tuvieron que dormir en la calle.
“Teníamos mucho miedo (en Irak)”, recuerda apenada Asma, mientras sirve unos panecillos caseros y un trozo de bizcocho que esa misma mañana ha preparado junto a su marido.
Khaled, mecánico, y Asma, ingeniera, no pueden trabajar en Austria hasta que no consigan el asilo, por el que llevan esperando un año y medio, así que emplean su tiempo en aprender alemán.
Gracias a la asociación, según Schlaff, los refugiados pueden acceder a cursos más avanzados -que en la mayoría de los casos el sistema austríaco no cubre-, y tener más oportunidades en el mercado laboral.
Ninguna de las dos familias se plantea volver en un futuro a sus países de origen, ya que, dada la inestabilidad de la región, aunque cesen las hostilidades, no se puede prever una paz duradera, lamenta Khaled.
Fuente: EFE

viernes, 10 de marzo de 2017

Este domingo la comunidad judía celebrara la fiesta de Purim. Entérate como la festejamos



Purim: ¡Todo lo que necesitas saber!



Resumiendo la festividad en 10 palabras o menos: ellos intentaron matarnos, nosotros ganamos, ¡ahora celebremos!



Purim es la festividad judía más entretenida y con más drama. ¿En qué otro momento puedes vestirte como conejito y comer triángulos de masa rellenos de ciruelas y semillas de amapola?

Purim ocurre el 14 de Adar. (En ciertas ciudades amuralladas como Jerusalem, se celebra "Shushan Purim" el 15 de Adar).



El evento principal es leer el Libro de Ester. Escrito en Persia hace 2300 años, la "Meguilá" (como es llamada comúnmente) cuenta cómo una serie de eventos aparentemente no relacionados se hilaron para salvar al pueblo judío de la aniquilación. La versión corta es la siguiente:

Cuando el rey Ajashverosh hace una enorme fiesta de seis meses y la reina se rehúsa a seguir sus órdenes, ella es reemplazada por una nueva reina – Ester, la judía. El tío de Ester, Mordejai, el líder de los judíos, revela un complot que algunos individuos planeaban para asesinar al rey – poniéndolo a él también en una posición favorable. Todo esto resulta útil cuando Hamán, el máximo consejero del rey, obtiene la aprobación de un decreto para destruir a todos los judíos.

Al final, a través de un complejo giro de eventos, Ester consigue que el decreto sea revertido, Hamán es colgado en la horca, y Mordejai se convierte en primer ministro.





El nombre Meguilat Ester (Rollo de Ester) realmente significa "revelando lo oculto". A diferencia de todos los otros libros de la Biblia, en la Meguilát Ester no se menciona el nombre de Dios, ni siquiera una sola vez. La mano escondida de Dios es revelada a través del laberinto de eventos. No hay coincidencias.

La Meguilát Ester nos enseña que los desafíos de la vida son siempre para mejor, porque los obstáculos son realmente oportunidades para crecer. Todo proviene de la mano invisible de Dios que guía nuestro destino, en cada paso del camino.



Celebrando Purim Hoy en Día

Hay cuatro mitzvot específicas en la festividad de Purim:

    Leer la Meguilá (Rollo de Ester)
    Celebración y Regocijo (la comida festiva de Purim)
    Enviar comida a amigos (Mishloaj Manot)
    Dar regalos a los pobres (Matanot La Evionim)

El Libro de Ester es leído en la noche de Purim, y de nuevo al día siguiente. Cada palabra debe ser escuchada claramente. Lo leemos en la sinagoga, porque mientras más público, más publicidad se le está haciendo al milagro de nuestra salvación.

En la mañana de Purim, vamos por todos lados visitando amigos y entregándoles deliciosas golosinas – Mishloaj Manot. Purim es el día en que nos acercamos a abrazar a nuestros compañeros judíos – independiente de cualquier diferencia religiosa o social. Después de todo, Hamán no discriminó entre nosotros... por eso es particularmente bueno dar regalos a aquellos con los que puedes haber tenido una discusión, o a alguien nuevo en la comunidad que necesita un nuevo amigo.

En Purim, es también una mitzvá especial dar regalos o dinero a los pobres. El pueblo judío es una sola unidad – no podemos de ninguna manera disfrutar la festividad si personas pobres no tienen suficiente.

Entonces viene el gran final – ¡la comida festiva! Comemos hasta estar satisfechos y mimamos a nuestros cuerpos – porque es a los cuerpos judíos que Hamán buscaba destruir. Además, estamos obligados a consumir alcohol (responsablemente por supuesto) hasta que uno no reconozca la diferencia entre "maldito es Hamán" y "bendito es Mordejai".

Nos disfrazamos, para bajar nuestras defensas y abrirnos a la realidad más profunda de nosotros mismos y de nuestro mundo. Todos nuestros actuales problemas e imperfecciones de la vida se mezclan con el bien, hasta que se convierten en una unificada expresión de la infinita perfección del Todopoderoso.



¡Realmente no hay otra festividad como Purim!
Fuente: Aish Latino

jueves, 9 de marzo de 2017

Hoy el mundo judío ayunara en honor al ayuno que realizó la Reyna Ester .




Hoy, el mundo judío cumple el ayuno de Ester, previo a Purim, fiesta de alegría, banquetes y disfraces


El mundo judío cumplirá mañana, jueves, el ayuno de Taanit Ester, previo a Purim, una fiesta de alegría, banquetes y disfraces que coincidirá con la culminación del Shabat, el próximo sábado.

Meguilat (pergamino o libro de) Ester cuenta que el primer ministro de Persia, Hamán, un descendiente de amalequitas que odiaba a los judíos, convenció al rey Ajashvérosh (Asuero) de aniquilar a esa comunidad e 13 de adar del año 3405 (1356 A. E. C.), razón por la cual todos ayunaron para cambiar su destino.

Tras el éxito de este accionar se instauró el precepto para todos los años, a modo de preludio a la festividad, pero cuando ésta cae viernes o sábado, la abstinencia se anticipa al jueves, ya que está prohibido hacerlo en el descanso sabático o su víspera.

La historia, que también se encuentra en el apartado de las Escrituras (Ketuvim) del TaNa”J (Biblia hebrea), relata que el rey dio una fiesta en su palacio, a la cual su esposa, Vashti, no asistió, así que la echó y organizó una especie de concurso para elegir a su reemplazante.

Allí se presentó Hadasa o Ester, quien omitió decir que era judía y fue elegida reina.

El presuntuoso Hamán no toleró la negativa del tío de la flamante soberana, Mordejái, a prosternarse ante él y la aprovechó para idear un plan de aniquilación de todo su pueblo; para elegir el día en que ello ocurriría “ipil pur” (echó suerte) y tocó el 13 de adar.

En forma paralela, éste escuchó a dos guardias planificar el asesinato del rey, lo cual se lo comunicó a su sobrina y ésta a Ajashvérosh, quien quedó en deuda con él.

Por ello le pidió a su primer ministro que le aconsejara cómo honrarlo, sin decirle de quién se trataba.

Hamán pensó que sería el destinatario del homenaje y describió un trato casi imperial, que luego tuvo que cumplir a desgano.

Anoticiado del plan exterminador, Mordejái le informó a Ester que todos los judíos ayunarían, se arrepentirían de sus pecados y rezarían para revertir el designio y le encomendó que hiciera lo propio y luego tratase de convencer al monarca de cambiar de opinión.

La reina se arriesgó a molestar el descanso de su marido, lo cual podría haberle costado la vida, y lo convenció de organizar una cena para ambos y Hamán, durante la cual le reveló los planes del primer ministro.

Ajashvérosh ordenó que éste fuese ahorcado por querer asesinar a la reina y a su pueblo y autorizó a los judíos a enfrentar a sus enemigos, a los cuales derrotaron.

El 14 de adar fue un día de goce y regocijo porque el pueblo se había librado de quienes amenazaban su existencia, el cual la propia meguilá estipula que debe ser recordado con alegría y banquetes por todas las generaciones.

Las costumbres de Purim (suertes, plural de “pur”) incluyen la lectura en voz alta de la meguilá, un pergamino escrito a mano que relata la historia, al caer la noche y al día siguiente, para que todos la escuchen y hagan ruido con matracas o lo que fuera hasta hacer inaudible el nombre de Hamán; entregar “Matanot laebionim” (regalos para los necesitados) a dos personas diferentes, que pueden ser algo comestible, o dinero para comprarlo, y una generosa caridad; enviar “Mishlóaj manot” (al menos dos alimentos) a amigos y familiares; y regocijarse en un banquete especial, cuyos participantes estén disfrazados.

El día siguiente (desde el atardecer del domingo y hasta el mismo momento del lunes, en esta oportunidad) se denomina Shushán Purim, ya que fue el 15 de adar cuando por fin los judíos pudieron descansar de quienes los amenazaban en la capital imperial, Shushán.

Éste se celebra en las ciudades amuralladas, como Jerusalem.

Fuente: Iton Gadol  

domingo, 5 de marzo de 2017

CADA VEZ QUEDAN MENOS JUDÍOS EN EUROPA






En muchos lugares del viejo continente la vida judía se está extinguiendo debido al incansable odio anti judío y anti Israel.


"Nunca supe que éramos judíos". Nunca olvidaré el día en que la mejor amiga de mi madre —una brillante doctora que se había educado en Francia e Israel y que ejercía en Chicago— me contó sobre su niñez. Era una mujer de mundo sumamente educada, por lo que parecía imposible que nunca hubiese sabido aquel esencial hecho sobre su identidad.

Su familia vivía en Rumania, explicó ella, e incluso después de que terminaron los horrores del Holocausto, los judíos que quedaban en Rumania aún vivían con temor. Por su seguridad, sus padres nunca mencionaron su herencia judía. Un día, en la década del 50, le confesaron finalmente a sus hijos que eran judíos y que, al igual que la gran mayoría de los judíos rumanos que sobrevivieron el Holocausto, emigrarían a Israel.

    Cerca del 25% de los rumanos preferiría que no hubiese judíos en Rumania.

Para los pocos miles de judíos que continúan llamando “hogar” a Rumania, una nueva encuesta fue un doloroso recordatorio de que, para muchos rumanos, los judíos aún no son bienvenidos.

En agosto del 2015, el Instituto Nacional Elie Wiesel de Estudios del Holocausto en Rumania (donde creció el Sr. Wiesel) publicó los resultados de una encuesta que revelaba que cerca del 25% de los rumanos preferiría que no hubiese judíos en Rumania.

Un 11% de los rumanos categorizaron a los judíos como un "problema" para la nación, y el 22% preferiría ver a los judíos como turistas en lugar de ciudadanos.

Estas opiniones negativas coinciden con la ignorancia —o indiferencia— sobre el Holocausto: a pesar de que cerca del 75% de los rumanos ha escuchado sobre el holocausto (un incremento del 12% respecto a la encuesta anterior, realizada el 2007), solo un 33% cree que ocurrió en Rumania (a pesar de que la mitad de los 750.000 judíos que había en Rumania en ese entonces fueron asesinados en el Holocausto). La mayoría de los rumanos encuestados caracterizaron a su líder de aquel entonces como un "patriota".

Los sorprendentes resultados de la encuesta —y la hostilidad hacia los ciudadanos judíos— aparecieron en las portadas de todo el mundo, pero lamentablemente, los rumanos no son los únicos que quieren tener un país o una ciudad “libre de judíos”.

Las declaraciones anti judías de algunos países son bien conocidas. En enero del 2015, por ejemplo, las autoridades de Arabia Saudita hicieron lo imposible por negar reportes sobre una ley que permitiría la entrada de judíos al país como “trabajadores invitados” (los reportes iníciales especulaban que la supuesta ley sólo incluiría a judíos no israelíes; siempre estuvo claro que los judíos israelíes nunca tendrían permitido trabajar en el reino). Cuando la historia fue desmentida, Arabia Saudita —la cual prohíbe la construcción de sitios de rezo que no sean mezquitas— explicó: la ley oficial continuará inalterada. Ningún judío puede ingresar legalmente como trabajador, y Arabia Saudita continúa siendo una zona libre de judíos.

Y esa venenosa actitud parece estar esparciéndose hacia algunos países europeos.

Una encuesta realizada en el año 2011 en Irlanda reveló que un 20% de los irlandeses estaría a favor de prohibir que los israelíes obtuviesen ciudadanía irlandesa, y el 11% estaría a favor de prohibir que los judíos se volvieran ciudadanos (cuando se les preguntó sobre sus relaciones personales, las respuestas fueron aún más extremas: al 46% no le gustaría tener a un judío como familiar y el 52% se opondría a tener a un israelí como familiar). Preocupantemente, la encuesta pareciera proyectar un incremento en dichos sentimientos antisemitas. Las actitudes anti judías fueron mayores entre las generaciones más jóvenes, siendo el grupo etario de entre 18-25 años el que tenía una visión más extrema).

El Padre Michael Mac Greal, el sacerdote jesuita y sociólogo que compiló la encuesta, explicó que la hostilidad hacia Israel por parte de la prensa irlandesa pareciera haber contribuido a los sentimientos negativos en contra de los judíos en general. "Hay un peligro real de que la imagen pública de Israel pueda llevar a un incremento del antisemitismo", aseveró.

En Gran Bretaña, las actitudes antisemitas son relativamente menores; "sólo" al 10% de los británicos les molestaría tener a un judío en su familia, según reveló una encuesta realizada en el 2015. Sin embargo, el sentimiento anti Israel está generando cada vez más un extremista discurso anti judío.

Los sentimientos anti israelíes son muy comunes en Gran Bretaña. Una encuesta global realizada el 2013 reveló que Israel era la cuarta nación de la cual se tenía una peor percepción (superada sólo por Irán, Pakistán y Corea del Norte). Los británicos lideraron las actitudes negativas hacia el Estado judío: un 72% dijo que tenían un sentimiento negativo hacia Israel. Con el respaldo de este incansable criticismo, se volvió aceptable que un importante político hiciera un llamado a que parte de Gran Bretaña se volviera una zona "libre de israelíes". George Galloway, representante en el parlamento de la ciudad de Bradford, declaró que los israelíes no eran bienvenidos por sus votantes, y luego, cuando fue cuestionado por sus alarmantes comentarios, los defendió abiertamente: "No queremos productos israelíes, no queremos servicios israelíes, no queremos que ningún académico israelí venga a nuestra universidad... ni siquiera queremos que los turistas israelíes vengan a Bradford, incluso si alguno de ellos tenía planeado hacerlo", declaró.

En Bélgica, el dueño de un café en la ciudad de Lieja que colocó un cartel que decía que los perros eran bienvenidos pero los judíos no, fue investigado por la policía en el 2014, pero en otras partes del país, las escuelas belgas se están volviendo poco a poco zonas libres de judíos. Cuando la última estudiante judía se retiró de una secundaria de Brúcelas, recibió cientos de comentarios negativos y de amenazas luego de publicar una fotografía de sí misma con una bandera de Israel en Facebook, y Joel Rubinfeld, Presidente de la Liga Belga Contra el Antisemitismo, advirtió que aquella secundaria —y otras similares— "se han vuelto Judenfrei, ya no hay judíos allí". Viéndose enfrentados a un incansable antisemitismo, las familias belgas están dejando el país para mudarse a Israel o, si se quedan, están retirando a sus hijos de las escuelas públicas, donde la hostilidad hacia los judíos es la norma.

En el 2014, el Vicepresidente del Parlamento de Suecia fue ampliamente criticado por recomendar a los judíos que "dejaran" su identidad judía si querían volverse buenos ciudadanos suecos, pero él no es el único. Malmo, la tercera ciudad más grande de Suecia, ha visto un aumento exponencial de actividades anti judías y anti Israel. La Semana del apartheid israelí es un evento anual que se lleva a cabo en un edificio de la municipalidad, el cual es facilitado de forma gratuita, y la municipalidad misma ha dado apoyo oficial a la agrupación, Isolate Israel, organización que inspecciona los negocios suecos y los "ayuda" a volverse "libres de Israel" en sus productos y servicios.

No es ninguna sorpresa que ahora ocurran docenas de ataques antisemitas en la ciudad cada año, y que la ya disminuida comunidad local se esté reduciendo cada vez más. Un popular video filmado en el 2013 sobre un reportero que caminaba por las calles de Malmo vistiendo una kipá mostraba las miradas con recelo y los comentarios negativos a los que se veía sujeto. Un repetición del mismo experimento realizada en el 2015 —la cual fue mostrada en la Televisión Pública de Suecia— mostró amenazas de agresión, advertencias de que se fuera (tanto por parte de quienes lo amenazaban como de los transeúntes que lo aconsejaban para que no fuera dañado) y, eventualmente, al reportero corriendo por su vida.

Setenta años después del Holocausto, parece increíble que partes de Europa se estén volviendo nuevamente “zonas libres de judíos”. A pesar de que la vida judía está floreciendo en muchas partes de Europa, en la mayoría del continente se está extinguiendo debido al incansable odio anti judío y anti Israel. 

Fuente: Aish Latino

sábado, 4 de marzo de 2017

El Estado Islámico llamó a sus fanáticos a atentar contra los judíos


El Estado Islámico utilizó uno de sus canales de la red social Telegram para llamar a los extremistas musulmanes a cometer atentados contra judíos de diferentes partes del mundo.


"Vístete como un judío y asegúrate de tener un montón de armas debajo de tu abrigo", escribió uno de los jihadistas a través del canal de Telegram llamado "Lone Mujahid", afiliado a ISIS.

En esa cuenta los terroristas animaron a los lobos solitarios a realizar ataques. Según consigna Foreign Desk News, el grupo yihadista incluyó en su mensaje una lista de comunidades judías en Gran Bretaña para atentar contra ellas.

El mensaje de los extremistas estuvo acompañado por una foto de Amedy Coulibaly, responsable del ataque terrorista en Hyper Casher en París, el 9 de enero de 2015. En aquel entonces, el lobo solitario de ISIS mató a una policía francesa y luego asesinó a cuatro rehenes en uno mercado kosher. Luego, fue abatido por las autoridades francesas.

"Tomen el ejemplo de nuestro hermano [Coulibaly] y aterroricen a los judíos", concluye el mensaje.

Fuente: Radio JAI

viernes, 17 de febrero de 2017

La comunidad judía de Rusia denunció deportaciones injustificadas de rabinos de Jabad





Un rabino estadounidense que trabajó para el movimiento Jabad en Rusia desde 2002 afirmó que él y su familia se enfrentan a la deportación por una disposición relativa a las “amenazas a la seguridad nacional”.


Ari Edelkopf, padre de siete hijos que crecieron en Estados Unidos y que vivió en Israel antes de instalarse en Sochi como enviado de Jabad, escribió el domingo en Facebook que fue informado de la deportación sin recibir más información sobre las acusaciones.

En medio de una represión en Rusia a los organismos con financiación extranjera, el permiso de permanencia de Edelkopf fue revocado en diciembre. Debido a que perdió una apelación en la corte regional, será forzando a salir de Rusia en febrero. Edelkopf negó su participación en cualquier asunto político o delictivo.

La Federación de Comunidades Judías de Rusia, afiliada a Jabad, condenó la decisión del gobierno. Baruj Gorin, un portavoz de la Federación, afirmó a la agencia de noticias francesa AFP que esto estaba "lejos de ser un incidente aislado". Al menos siete rabinos fueron forzados a salir de Rusia en los últimos años por presuntas violaciones de la ley de inmigración.

Fuente: Iton Gadol

miércoles, 15 de febrero de 2017

Vaticano: Judíos no necesitan a Cristo para ser salvos

Los judíos pueden garantizar su salvación eterna sin necesidad de convertirse al cristianismo, dijeron los teólogos católicos en un informe publicado como resultado de una larga investigación del Vaticano.
Esa era una cuestión que perjudicaba, dijeron ellos, las relaciones entre las dos religiones. El material también afirma que la Iglesia no debe trabajar activamente para convertir al cristianismo a los judíos, algo que era defendido por el ex Papa Benedicto XVI en su libro de 2011.


El informe elaborado por la “Comisión para las relaciones religiosas con los judíos” de la Iglesia Católica afirma que es posible que los judíos sean salvos de la condenación eterna, independientemente de Cristo.
“A pesar de que los judíos no creen en Jesucristo como el salvador universal, ellos que tienen derecho a la salvación porque los dones y el llamado de Dios son irrevocables”, según un informe divulgado por la prensa.
La creencia de que el único camino a la salvación es por la fe en Cristo, es un principio fundamental del cristianismo. Por lo tanto, mientras los teólogos católicos dicen que es sólo a través de la muerte y resurrección de Cristo, que todas las personas pueden tener la oportunidad de salvación, insisten en que los judíos son tratados de manera diferente.
Podría ser esto “un misterio insondable en el plan salvífico de Dios”.
Esta posición no constituye un cambio formal de la doctrina católica, sino que indica que el Vaticano pretende tratar de minimizar los siglos de enseñanza anti-semita, que en la Edad Media justificó la persecución y la muerte de los judíos.
Desde el Concilio Vaticano II, la Iglesia Católica no atribuye más responsabilidad a la “comunidad judía”, de la crucifixión de Cristo, destacando también lo que llama herencia compartida de las dos religiones.
Las relaciones entre las dos religiones ya sido tratado en otro informe – 1998 – la misma comisión instó a los católicos a arrepentirse de no haber hecho más para evitar el Holocausto y reprochó el silencio de la Iglesia como institución, según publica Jews News.

miércoles, 1 de febrero de 2017

SEPA COMO LA IGLESIA CATOLICA ROMANA EXPULSO A LOS JUDÍOS DE ESPAÑA

La cerradura y llave de la imagen pertenecen a la iglesia parroquial de Santa Eulalia en Terroba, en los Cameros riojanos. En ella, conservada con esmero, atesoran los terrobinos su historia religiosa que, como en muchos otros lugares de España, viene a ser la cultura ancestral de sus antepasados.Sirvan estas palabras de  agradecimiento a Loly y convecinos que aman de verdad a su pueblo.(Ver imagen de TERROBA desde su Ermita de Sta. María del Collado)
En 1492 termina, pues, la historia del judaísmo español, que sólo llevará en adelante una existencia subterránea, siempre amenazada por el aparato inquisitorial y la suspicacia de una opinión pública que veía en judíos, judaizantes e incluso conversos sinceros a unos enemigos naturales del catolicismo y de la idiosincrasia española, tal como la entendieron e impusieron algunos responsables eclesiásticos e intelectuales, en una actitud que rayaba en el racismo. Queda por sacar en claro los motivos que empujaron a los Reyes Católicos a tomar tan drástica medida. Se ha gastado infinidad de tinta en este esfuerzo y se han propuesto interpretaciones de toda clase, algunas francamente descabelladas. Todas estas interpretaciones pueden agruparse en torno a unos pocos esquemas.

     Hay que descartar, en primer lugar, una interpretación simplista: la codicia de unos soberanos apremiados por las necesidades financieras y deseosos de hacerse con la fortuna de los judíos. La hipótesis no resiste al examen. Súbditos y vasallos de la corona, los judíos dependían totalmente de ella; no disponían como los cristianos de una institución como las Cortes capaz de poner ciertos límites, siempre teóricos y muy relativos, pero reales. Los judíos no tenían ninguna garantía. Los monarcas podían exigir de ellos lo que se les antojaba y así lo hicieron en varias circunstancias a lo largo de la Edad Media y en tiempos de los Reyes Católicos, con motivo, por ejemplo, de la guerra de Granada. No se entiende lo que hubieran ganado los reyes con despojar a los judíos en el momento de la expulsión. Del edicto sacaron provecho particulares sin escrúpulos que compraron por poco dinero bienes valiosos y cometieron otros muchos abusos. La corona no parece que se haya beneficiado mucho de la operación. Los judíos les interesaban más como contribuyentes, pero con la expulsión de los contribuyentes desaparecen las contribuciones. Como dijo un día Antonio Domínguez Ortiz, la mejor manera de establecer un impuesto sobre el capital no es suprimir el capitalismo y los capitalistas; sería matar la gallina de los huevos de oro. La expulsión obligó a los judíos a malvender sus bienes en pocas semanas y en condiciones muy arriesgadas, pero no significó una confiscación en beneficio de la corona. Esta exigió, naturalmente, que los judíos le pagasen lo que le debían, pero tampoco aprovechó la oportunidad para despojarlos. En este sentido merece citarse la carta de Don Fernando al gobernador de Aragón, el 11 de junio de 1492: «Tenemos admiración que penséis que queramos tomar para Nos los bienes de los judíos, porque es cosa muy apartada de Nuestra voluntad [...]. Bien queremos que nuestra corte cobre, como es razón, todo lo que de justicia le perteneciere en los dichos bienes, así por las deudas que nos deben los dichos judíos como por razón de la pecha y otras rentas reales que tenemos sobre esa aljama; pero, pagado lo que a Nos pertenece y lo que se debe a los acreedores, lo que quedare se debe restituir a los judíos, a cada uno lo suyo, para que hagan dello a su voluntad».

     Además, se ha exagerado mucho la importancia de los judíos en la vida económica y su papel como motor del capitalismo incipiente. En el momento de la expulsión esta importancia y este papel ya no eran lo que habían sido. En vista de la documentación publicada sobre fiscalidad y actividades económicas, no cabe la menor duda de que los judíos no constituían ya una fuente de riqueza relevante, ni como banqueros ni como arrendatarios de rentas ni como mercaderes que desarrollasen negocios a nivel internacional. Es lo que confirma la situación en 1492 y en los años siguientes. La expulsión provocó en muchas localidades trastornos de todo tipo en la actividad económica. Hubo que prescindir de la noche a la mañana de determinados artesanos o comerciantes. Las rentas acusaron a veces bajas importantes, como está documentado para Sevilla y como se puede averiguar en otras muchas partes. A decir verdad, las dificultades habían empezado unos diez años antes con el establecimiento de la Inquisición; la emigración de conversos sevillanos a lugares de señorío acarreó un verdadero colapso en el comercio de la ciudad y en las rentas reales; su marcha provocó gran mengua en las finanzas municipales; el mayordomo Juan de Sevilla escribe el 2 de septiembre de 1482: «Los cuales dichos conversos eran los principales arrendadores». Lo mismo ocurrió en Zamora, Barcelona y otras muchas ciudades. A los reyes no se les había ocultado que su política en relación con judíos y conversos podía acarrear consecuencias de este tipo; lo pospusieron todo al objetivo que se habían fijado; es lo que se ve por la respuesta de Don Fernando a la ciudad de Barcelona: «Antes que nos hubiésemos deliberado en dar lugar en que esta Inquisición se hiciese en ciudad alguna de nuestros reinos, hubimos bien considerado y visto todos los daños e incrementos que desto se podía seguir y que a nuestros derechos y rentas reales le provendría. Pero como nuestra firme intención y celo es anteponer el servicio de Nuestro Señor Dios al nuestro [...], queremos que aquélla en todo caso se haga, todos otros intereses posposados». En la Crónica de Pulgar (cap. CXX), se atribuye a la reina la misma idea, casi en los mismos términos: «Como quiera que la ausencia desta gente despobló gran parte de la ciudad [Sevilla] y fue notificado a la reina que el gran trato que en ella había se disminuía y sus rentas por esta causa se abajaban en gran cantidad, pero ella estimaba en muy poco la disminución de sus rentas y decía que, todo interés pospuesto, quería limpiar su reino de aquel pecado de herejía». Esto demuestra que los Estados no siempre determinan su conducta en función del mero interés económico; en ciertas circunstancias son capaces de sacrificar deliberadamente intereses de este tipo para conseguir fines, incluso ideológicos, que les parecen merecer toda su atención, cueste lo que cueste 17 ( La historia de la Unión Soviética ofrece un notable ejemplo de ello. Sus dirigentes sabían perfectamente que su política de liquidación del campesinado libre y la instauración de una economía sometida al control del Estado iba a provocar de inmediato un caos perjudicial al desarrollo de la producción; no obstante, mantuvieron durante lustros la línea fijada porque lo que les interesaba más era la edificación de un nuevo tipo de sociedad basada en el colectivismo. En este caso sacrificaron el rendimiento y la productividad económica a una ideología. R ARaN (Plaidoyer pour l'Europe décadente, París, 1977, p. 85): «[los dirigentes soviéticos] subordonnent la rationalité économique a la rationalité idéologique; ou encore, si l'on préfere une autre expression, ils préferent l'idéologie a l'économie, le dogme de la propriété collective au regain de l'esprit individualiste, lié a la propriété privée».).

     De todas formas, la expulsión de los judíos produjo problemas a nivel local, pero no una catástrofe nacional. Es a todas luces descabellado atribuir a aquel acontecimiento la decadencia de España y su pretendida incapacidad a adaptarse a las transformaciones del mundo moderno. Todo lo que sabemos ahora demuestra que la España del siglo XVI no era precisamente una nación económicamente atrasada. Su pujanza, en el terreno demográfico y comercial, le venía de antes y la expansión se prolongó por lo menos hasta finales de la centuria. La expulsión de los judíos se realizó en un momento de auge y prosperidad. En términos estrictamente demográficos y económicos y prescindiendo de los aspectos humanos, la expulsión no supuso para España ningún deterioro sustancial, sino solamente una crisis pasajera rápidamente superada. En muchos casos los judíos habían sido desplazados por los conversos, pero éstos no estaban implicados en el edicto de 1492. Ahora bien, subrayan los partidarios de esta tesis, no se puede separar a los judíos de los conversos; ambos grupos están unidos en una común persecución: se destierra a los unos; la Inquisición se encarga de los otros. Es cierto y, con este argumento, pasamos a una interpretación más amplia, de tipo materialista, que ha conocido larga difusión. Estaríamos frente a un episodio de la lucha de clases entre los tradicionales grupos de privilegiados y una burguesía incipiente. Según esta tesis, la expulsión habría sido inspirada por la nobleza feudal a fin de eliminar aquel sector de las clases medias -los judíos, principalmente que podía constituir una amenaza para ella y para su ambición de dominar y controlar el Estado; la nobleza como tal representaba un estamento del pasado y se negaba a admitir la influencia creciente en la sociedad de aquellos elementos que se apoyaban en el capital y en las actividades económicas. La defensa de la fe y de la ortodoxia no serían, pues, sino un mero disfraz ideológico para encubrir objetivos mucho más concretos; por medio de las sentencias de muerte, confiscaciones de bienes, inhabilitación para ocupar cargos públicos, que eran las penas pronunciadas por la Inquisición contra los judaizantes, de lo que se trataba en realidad era de amedrentar a todos los conversos y eliminar una clase rival, la burguesía incipiente; la expulsión de los judíos era la prolongación lógica y cronológica de la creación del Santo Oficio y perseguía los mismos fines 18 (Ésta es también la tesis defendida hace algunos años por J. A SARAIVA (A Inquisiçáo portuguesa, Lisboa, 1956; Inquisiçáo e Cristiáos novos, aporto, 1969) y B. NETANYAHU (The Marranos of Spain. From the late XIVth to the early XVIth Century, Nueva York, 1966): la religión fue un simple disfraz para encubrir una lucha de clases; lo que se procuraba no era la extirpación del judaísmo, sino la eliminación de los marranos, ya que en realidad la inmensa mayoría de los conversos eran crístianos sinceros; paradójicamente, fue la Inquisición la que dio un nuevo impulso al marranismo. I. S. REVAH (Les Marranes portugais), buen conocedor del marranismo peninsular, se opuso rotundamente a esta interpretación: «Si tous les nouveaux chrétiens avaient été persécutés sans motif religieux réel, on ne s'expliquerait pas que tant de milliers d'entre eux se soient enfuis, du XVI' au XVIII' siecle, pour rejoindre les communautés juives ou en fonder de nouvelles dans des pays ou le judáisme était auparavant toléré officieusement, publiquement admis ou parfois totalement inconnu».).
     Las cosas no son tan claras. Sería absurdo sostener que la política religiosa de los Reyes Católicos se guiaba sólo en el terreno de las ideas puras, sin mezcla de consideraciones materiales. Estaban en juego muchas cosas: intereses concretos, desde luego, pero también la concepción de lo que debía ser el Estado moderno. En sí la interpretación de determinados acontecimientos en términos de lucha de clases es aceptable; todo depende de las situaciones que se pretende explicar. ¿Fueron la Inquisición y la expulsión de los judíos un episodio de la lucha de clases? Una respuesta afirmativa implica dos condiciones previas:
          -Que existan clases

          -Que estas clases estén enfrentadas.

    Demos por sentado que la nobleza formara una clase social, a pesar de los distintos niveles que puedan existir en su seno, les den ayuda incurren en pena de confiscación de bienes, vasallos, fortalezas, heredamientos, mercedes. Esta mención, por sí sola, nos enseña que los Reyes Católicos sospechaban de una posible intervención de los nobles a favor de los judíos. Un episodio posterior acaba aclarando el problema. La revolución comunera fue, a mi juicio, de claro sentido moderno; trató de cambiar profundamente la ordenación política del reino, introduciendo un control sobre el poder real. Fue, si se quiere, un movimiento burgués o, por lo menos, de clases medias. Pues bien, la revolución comunera fracasó porque chocó con la oposición de la nobleza y también con la de los auténticos burgueses, los de Burgos. La defección de Burgos y su adhesión a los gobernadores fueron un golpe durísimo asestado a la Junta de Tordesillas que nunca volvió a recuperarse. En esta ocasión, los burgueses, dueños del gran comercio internacional, se sintieron solidarios de los magnates, ya que sus intereses eran exactamente complementarios: a los nobles, como propietarios de ganados y pastos, les convenía mantener la producción de lana merina que los negociantes de Burgos vendían en el extranjero. No puede darse caso más evidente de solidaridad política basada en intereses económicos complementarios. Sería, pues, erróneo ver en la nobleza y en la burguesía castellanas de fines del siglo XV y principios del XVI dos clases antagónicas; todo parece indicar lo contrario. En una variante de la interpretación clasista no es la nobleza la que se propone eliminar a los judíos, sino la burguesía o, mejor dicho, las oligarquías urbanas.

    Estas han apoyado a los Reyes Católicos durante la guerra de sucesión y les han permitido acceder al poder. Como recompensa, habrían exigido y obtenido la expulsión de los judíos. Es cierto que varios concejos y las Cortes, emanación de las ciudades, se han mostrado en repetidas ocasiones hostiles a los judíos, pidiendo el cumplimiento de disposiciones anteriores sobre discriminación de aquella categoría y, principalmente, la aplicación de las leyes contra la usura. Es que las oligarquías urbanas, cuya voz se oye en las Cortes, representación de las ciudades, son deudoras de prestamistas judíos, tanto a título personal como colectivo, como miembros de los regimientos; por ello ponen tanto empeño en reclamar que se prohíba o regule la que ellas llaman usura. Desde 1480 en adelante, los reyes habían satisfecho aquellas reivindicaciones y se habían mostrado muy rigurosos en llevarlas a la práctica. Aquella tesis no tiene en cuenta dos elementos de la cuestión. Primero, la expulsión viene a completar el dispositivo iniciado con la creación de la Inquisición, es decir, que no son únicamente los judíos los perseguidos, sino también los conversos. Si se tiene en cuenta la posición que los conversos ocupaban en los regimientos, no se explica que estos regimientos hubieran desencadenado una represión que forzosamente recaía también sobre los conversos. En segundo lugar, los Reyes Católicos controlan los regimientos: la presencia de corregidores, de nombramiento real, en las principales ciudades impide a los municipios entrometerse en ciertos asuntos que se consideran reservados a la corona; los mismos corregidores tienen gran cuidado de evitar que se designen como procuradores a Cortes a personas que puedan encabezar cualquier forma de oposición; los corregidores procuran también que no se den a aquellos procuradores poderes limitados o condicionales como sería votar los servicios a cambio de determinadas concesiones por parte de la corona. Todo está previsto, pues, para que no surjan oposiciones y para que la corona tenga en cada momento las manos libres. En estas condiciones, ¿cómo hubieran podido las oligarquías urbanas imponer a un régimen autoritario como el de los Reyes Católicos una decisión de tanta trascendencia como la expulsión de los judíos? Parece muy poco probable.

     Ninguna de las interpretaciones precedentes se ajusta, pues, a la realidad histórica. Es que buscan en el edicto de 1492 segundas intenciones, lo que puede haber detrás del disfraz ideológico. Si en vez de tratar de descubrir en el edicto lo que se calla intentamos analizar lo que se dice, nos encontramos con una evidencia, una perogrullada si se quiere: los reyes justifican su decisión por motivos únicamente religiosos; lo que les preocupa es la asimilación total y definitiva de los conversos; para ello, fracasadas las medidas anteriores, acuden a una solución drástica: la expulsión de los judíos para cortar de cuajo el mal. ¿Por qué no tomar en serio aquella voluntad declarada? Hay una lógica antiherética en el edicto; lo que importa es explicarla: ¿cómo entender este ensañamiento contra judíos y judaizantes, si descartamos toda explicación fundada en las infraestructuras sociales y económicas, ya que por esta vía parece que no llegamos a ninguna parte?

    Planteada así la cuestión, topamos con una respuesta simple ya decir verdad simplista: el odio de las masas cristianoviejas contra judíos y conversos, odio que los reyes o bien comparten personalmente o bien utilizan de una manera demagógica para congraciarse con la opinión pública, diríamos hoy, y seguir la corriente mayoritaria. Lo primero es insostenible. Todo indica, al contrario, que los reyes no sentían ninguna repugnancia personal hacia judíos y conversos. Varios de sus colaboradores de más confianza procedían de este grupo. Pensemos en el mayordomo Andrés de Cabrera, que desempeñó un papel decisivo en la proclamación de Doña Isabel; pensemos en Abraham Seneor , que también interviene en los primeros meses del reinado, prestando dinero en momentos de apuros, a quien los reyes confían los mecanismos financieros de la Santa Hermandad ya quien nombran tesorero mayor del reino. Pensemos en otros muchos judíos (Mayr Melamed, Isaac Abravanel...) que ocupan puestos clave, sin hablar de los médicos que asisten a la reina en el cuidado de su salud o en circunstancias delicadas. Pensemos en fray Hernando de Talavera, confesór de Doña Isabel, a quien encontramos en todos los acontecimientos importantes: la guerra de sucesión, la reorganización llevada a cabo en las Cortes de Toledo, la puesta en marcha de la Santa Hermandad, la guerra de Granada, las discusiones con Colón a propósito de los viajes de descubrimiento... Otro tanto se puede decir de Don Fernando. Los reyes no manifestaron, pues, ninguna repugnancia u odio personal contra judíos o conversos; de lo contrario, no se comprendería que se hubiesen rodeado de tantos judíos hasta 1492 y de tantos conversos, antes y después de 1492.

     ¿Trataron los reyes de congraciarse con las masas fingiendo compartir unos prejuicios de que ellos mismos estaban alejados? Esto es más o menos lo que sugiere Américo Castro: el rey -a quien Castro atribuye el protagonismo principal en el asunto-19 (Opinión compartida por algunas fuentes israelitas.) tomó la decisión de expulsar a los judíos a fin de complacer al pueblo y crear una monarquía popular. La hipótesis no tiene sentido. Los reyes imponen un régimen autoritario; no permiten que el estamento nobiliario se entrometa en los asuntos políticos; procuran limitar al máximo los privilegios del clero en materia de jurisdicción; reducen el papel de las Cortes y ¿hubieran capitulado ante una opinión pública que no tenía un ápice de representación organizada en aquella época? Es totalmente improbable. En otro libro, he tratado de señalar cuál era la base social del régimen de los Reyes Católicos: esencialmente la nobleza, el clero, las clases medias {ganaderos, comerciantes, letrados); la política económica de los reyes favorece a la Mesta, a la ganadería trashumante, a la exportación de lanas y materias primas, en detrimento de los agricultores, artesanos y manufactureros; éstas son las clases aplastadas, en palabras de Pierre Vilar: el campesinado castellano esencialmente que formaba la inmensa mayoría de la población, pero una mayoría muda, que no tiene la palabra ni a nadie que hable por ella para defenderla y que se ve sacrificada. ¿Por qué hubieran tenido los reyes que preocuparse por lo que opinaban las masas acerca de judíos y conversos cuando no atendían a los intereses más concretos de aquellas masas? De las tres versiones que se conservan del edicto de expulsión -la de Torquemada, la castellana y la aragonesa-, sólo la tercera, firmada sólo por Don Fernando, se refiere al tema de la usura, en términos muy duros, por cierto: «Hallamos los dichos judíos, por medio de grandísimas e insoportables usuras, devorar y absorber las haciendas y sustancias de los cristianos, ejerciendo inicuamente y sin piedad la pravedad usuraria contra los dichos cristianos públicamente y manifiesta como contra enemigos y reputándolos idólatras, de lo cual graves querellas de nuestros súbditos y naturales a nuestras orejas han pervenido». En las otras dos versiones no se lee una sola mención, ni siquiera la menor alusión, a este asunto. Otras de las acusaciones que se venían repitiendo desde hacía siglos contra los judíos, pueblo deicida, profanación de hostias, crímenes rituales..., no aparecen en ninguna de las tres versiones a pesar del muy reciente caso del Santo Niño de La Guardia, cuyo desenlace ocurrió sólo cuatro meses antes de la firma del decreto. Lo que sobresale en el decreto son los aspectos religiosos. No cabe duda de que las medidas represivas contra judíos y conversos encontraron amplia aceptación en las masas cristianoviejas pero ello no significa que hayan sido inspiradas por aquellas masas.
Varios autores lo admiten hoy: es el celo por la religión el que inspira fundamentalmente a los reyes a la hora de expulsar a los judíos. No se trataría de antisemitismo en el sentido moderno de la palabra, sino de antijudaísmo. A partir de estas premisas, correctas desde luego, algunos van más lejos: todo lo explican por el fanatismo de una reina 20 ( Es sobre todo a Isabel a quien se carga con esta tacha; a Fernando -¿será la influencia del juicio de Maquiavelo?se le atribuyen motivaciones más racionales: utilizar la religión con fines políticos. Sin embargo, Llorente, en su famosa historia de la Inquisición publicada a principios del siglo XIX, achaca la creación del Santo Oficio a una iniciativa de Don Fernando, mucho más entusiasta que la reina en este asunto. ) impregnada de devoción, dispuesta a sacrificarlo todo por ensalzar la fe católica, por complacer a Dios. No parece acertado este camino.

Desde luego, Fernando e Isabel eran sinceramente católicos y procuraban cumplir los preceptos y las obligaciones que ello suponía. Es posible que Isabel lo fuera más que Fernando y que haya llevado hasta la perfección el cultivo de las virtudes evangélicas; por ello han pensado algunos en nuestro tiempo que merecía ser canonizada. No puedo ni quiero terciar en este tema; doctores tiene la Iglesia para estos casos. Lo que pasa en el fuero interno, nadie lo sabe a ciencia cierta. Al historiador sólo le compete examinar los hechos en su objetividad. Desde este punto de vista, Fernando e Isabel fueron esencialmente monarcas, políticos, y como tales hay que valorar su conducta. Cualesquiera que fueran sus sentimientos íntimos, realizaron una labor que se puede apreciar en términos objetivos, sin apelar a motivos de índole religiosa. Antes de que empezara el reinado, en 1473, el poeta y futuro colaborador de los Reyes Católicos Gómez Manrique daba estos consejos a la princesa Isabel: «No os demandarán / cuenta de lo que rezáis; / ni si os disciplináis / no os lo preguntarán./ De justicia si hicistes, / despojada de pasión; / si los culpados punistes, / o los malos consentistes. / [...] Desto será la cuestióm» .Lo que se propone a la futura reina es un programa esencialmente político; se la invita a no confundir los planes: la religión es una cosa; la política es otra; puede que coincidan; puede que no. Naturalmente, no conviene llevar la separación demasiado lejos; Fernando e Isabel no son ni podían ser indiferentes a los problemas religiosos; pero, en el fondo, Gómez Manrique tiene razón: son jefes de Estado y sus preocupaciones esenciales son de orden temporal; no subordinan la política a la religión. Maquiavelo insinuaba lo contrario: para él, Fernando por lo menos tuvo la tentación de utilizar la religión para fines políticos; al fin y al cabo la Inquisición es una cuestión política. El restablecimiento del prestigio de la monarquía, la creación del Estado moderno, la guerra de Granada, la expansión en Italia yen el Nuevo Mundo, todo ello puede explicarse sin tener que acudir a una inspiración predominantemente religiosa. No hay ningún motivo objetivo para tachar a los Reyes Católicos o a la sola Isabel de fanatismo religioso en el sentido peyorativo que se da a la palabra. La expulsión de los judíos fue un acto de una terrible dureza y fue llevada a cabo en condiciones particularmente inhumanas, sin miramientos ni escrúpulos, pero aquella dureza y aquella inhumanidad no fueron peores que otros acontecimientos que ocurrieron en la época y en toda época, dentro y fuera de España. Pensemos en la manera en la que se desarrollaron varios episodios de la guerra de Granada, por ejemplo cuando se redujo a esclavitud a toda la población de Málaga. Nada nos autoriza, en el caso del tratamiento dado a los judíos, a achacar al fanatismo religioso de los reyes esta medida, por cruel que parezca. La razón de los Estados nos ha acostumbrado a semejantes atropellos a los derechos humanos. La idea de expulsar a los judíos parte de la Inquisición; de esto no hay duda y se explica por motivos de carácter religioso: a muchos, en Europa -ya hemos visto cómo reacciona el alemán Popielovo- les extraña la singularidad de España, donde los judíos siguen teniendo una existencia legal. Parece ser que, en Sevilla (1478-1479), el nuncio Nicolás Franco transmitió a los reyes las preocupaciones del papa Sixto IV por la anomalía que significaba aquel hecho. El mismo Sixto IV, en una bula de 1484, no disimula su disgusto: «en los reinos de España, y sobre todo en la provincia de Andalucía, judíos y sarracenos viven mezclados y juntos con los cristianos y que visten la misma clase de trajes que éstos». Torquemada hace suyo el argumento y lo desarrolla: el objetivo final del cristianismo es lograr que los judíos se conviertan, pero la esperanza de lograrlo se pierde si el judaísmo sigue siendo legalmente autorizado; además el estátus jurídico de los judíos incita a los conversos a judaizar; la solución definitiva del problema converso exige, pues, la prohibición del judaísmo 21 ( PÁRAMO (De origine e! progressu Officii Sanctae Inquisitionis..., Madrid, 1598, p. 163) confirma esta interpretación: Torquemada ha sido el que convenció a los Reyes Católicos de que había que expulsar a los judíos porque éstos constituían el principal obstáculo a la asimilación de los conversos.). Es interesante observar que éste ya fue uno de los argumentos que se esgrimió para justificar la expulsión de los judíos de Inglaterra: su presencia impedía que se asimilaran completamente los convertidos y les incitaba a judaizar 22 ( C. Rorn, Histoire des marrones, París, Liana Levi, 1992, pp. 13-14.). A la Inquisición le pareció, pues, la expulsión de los judíos la mejor forma de acabar con los conversos judaizantes: quitada la causa -la comunicación con los judíos-, desaparecería el delito. Éstos son los motivos que se exponen largamente en las tres versiones del edicto de expulsión. Los Reyes Católicos toman la idea a su cuenta, pero esto no quiere decir que obren bajo la presión de los inquisidores. Las preocupaciones, para ellos, también son religiosas: la herejía no es de su agrado; quieren limpiar el reino de ella. También hay que tener en cuenta el ambiente mesiánico en el que vive la corte después de la toma de Granada: los reyes deben de estar convencidos de que ya ha llegado la hora de que se marchen los judíos; aquella premisa escatológica parece implícita en la redacción del decreto de expulsión. Además sus preocupaciones son políticas: esperan que la eliminación del judaísmo facilite la asimilación definitiva y la integración de los conversos en la sociedad española. El acuerdo entre los inquisidores y los reyes sobre la decisión disimula un desacuerdo sobre los motivos de aquella decisión.

    Hemos señalado varias veces la correlación que se da casi siempre entre los momentos de máxima tensión antijudía y las épocas de crisis económicas o debilitamiento del poder político. Es entonces cuando se procura achacar a los judíos la responsabilidad de las dificultades o cuando las facciones usan del tema judío para atraer partidarios a su causa. Las matanzas de 1391 constituyeron la más clara demostración de aquella regla; el hambre y la carestía coincidieron con un vacío de poder, con lo cual los energúmenos de Fernán Martínez tuvieron rienda suelta. Las medidas discriminatorias de los Reyes Católicos no parecen adecuarse a este esquema. Castilla conoce un período de expansión y nadie se atreve ya a luchar contra el poder estatal y sus representantes. La comunidad judía se recupera y la protección real le garantiza la seguridad. Sin embargo, es entonces cuando el judaísmo español sufre la más grave tragedia de su historia hasta quedar totalmente eliminado. Es que la monarquía de los Reyes Católicos se está alejando en aquella época de los moldes medievales. Algo nuevo se está gestando que implica planteamientos originales. Luis Suárez Fernández está en lo cierto al situar la expulsión de los judíos dentro del proceso de construcción del Estado moderno. Este Estado, que trata de imponer su autoridad -el poderío real absoluto- a todos los grupos e individuos del reino, ya no se daba por satisfecho de la variedad de los tiempos medievales. Exigía una mayor cohesión social y para ello la unidad de fe parecía lo más apropiado. «Antes de los nacionalismos forjados en el siglo XIX -escribe Braudel-, los pueblos no se sentían verdaderamente vinculados más que por el sentimiento de pertenecer a una misma religión». Lo explica muy bien Julián Marías: «En la Edad Moderna, que empieza a ser racionalista, surge un principio de unitarismo y uniformidad. Se piensa que, puesto que España es cristiana, los españoles deben ser cristianos; se desliza en las mentes la noción, más o menos clara, de que el que no es cristiano no es plenamente español, es en alguna medida "desleal", lo que no se le hubiera ocurrido a un hombre de la Edad Media» 23 ( MARíAS, España inteligible, Madrid, Alianza Editorial, 1985, p. 183). Estamos frente a un típico problema de identidad nacional para los reyes de España, como para todos los soberanos de Europa, la cohesión del cuerpo social exige la asimilación de las comunidades minoritarias a la cultura dominante, considerada como consustancial al concepto de nación. Así se comprenden, primero, la creación de la Inquisición para obligar a los conversos a asimilarse definitivamente, luego, el decreto de 1492: el que no quiera asimilarse -es decir convertirse-, que salga del reino.

    Los reyes esperaban probablemente que la inmensa mayoría de los judíos de España se convirtiera; de esta forma, por vía compulsoria, se llegaría a la meta: una nación que comulgara en los mismos ideales. No se trataba de racismo: lo que se pretendía desterrar no era una raza, sino un credo religioso. Hoy nos parece una barbaridad -y lo es- semejante planteamiento por el que se quiere obligar a una minoría a renunciar a su fe, a sus creencias religiosas o filosóficas. En el siglo XVI se sienta la norma de que los súbditos deben seguir la religión del príncipe ( cuius regio eius religio); cuando éste es protestante, aquéllos también lo serán, mal que les pese; y si el príncipe es católico, obligará a sus súbditos a serIo también; véase lo que ocurre en Francia en el siglo XVII: Luis XIV expulsa sin miramientos a los protestantes en 1685, en vísperas del Siglo de las Luces. Los judíos y los protestantes de Francia han tenido que esperar hasta 1789 para quedar incorporados plenamente a la comunidad nacional; a los católicos de Inglaterra, sólo en 1830 se les permitió gozar de los derechos cívicos. En toda Europa, y no solamente en España, desde el inicio de la Edad Moderna, triunfa el principio de unitarismo y racionalidad: la pertenencia a una nación exige la homogeneidad cultural y ésta se fundó primero en la religión, mucho más tarde en normas laicas. Al proceder a la expulsión de los judíos, España no se aleja, pues, de la modernidad europea; no impone la uniformidad ideológica cuando Europa comienza a caminar por la senda del pluralismo, sino todo la contrario: España se anticipa a la que, en toda Europa, va a convertirse en norma hasta el final del Antiguo Régimen: una ley, una fe, un rey. Los judíos de España fueron víctimas de aquella norma. España no constituye ninguna excepción, salvo que se adelantó a las demás naciones, tal vez porque no estaba aún totalmente unificada. Más allá de las diferencias que siguen existiendo entre los territorios castellanos y los de la Corona de Aragón, la comunidad de fe viene a reforzar el sentimiento de solidaridad entre todos los súbditos. Las medidas de los años 1480-1492 señalan un cambio significativo en la política religiosa de la España medieval que, a decir verdad, representaba un caso singular en la Europa cristiana. La tolerancia medieval -o la que se suele llamar así- se explica por la situación de la Península, dividida en territorios moros y cristianos. Con el final de la reconquista ya no tiene sentido tolerancia anterior; España se convierte en una nación cristiana más, como todas las que existen en Europa. No es casual, el decreto de expulsión de los judíos se haya firmado tres meses después de la toma de Granada.

    Estas circunstancias, sin embargo, sólo explican un aspecto de la cuestión. Hay otro que creo oportuno destacar. Lo que desaparece en 1492 no es únicamente el judaísmo; es la comunidad judía con su estatuto de relativa autonomía. Al leer algunos autores o ensayistas que han tocado el tema se tiene la impresión de que se trata de una cuestión de tolerancia religiosa a nivel individual: ¿qué más les daba a los reyes que algunos de sus súbditos fuesen judíos y otros, la mayoría, cristianos? En realidad, la situación antes de 1492 era mucho más compleja. El judaísmo no era una simple cuestión individual; el catolicismo tampoco, por cierto. Estaba organizado como una comunidad separada, una microsociedad, al margen de la sociedad cristiana mayoritaria. Dentro de las aljamas, se regía por sus propias normas jurídicas y culturales; disponía de sus propios dirigentes y jueces; tenía no sólo lugares de culto, sino escuelas, cementerios..., que les eran particulares; para mantener aquellas estructuras, recaudaba tasas especiales. Los procuradores de las aljamas se reunían de vez en cuando en asambleas que examinaban los problemas comunes a todas, particular pero no exclusivamente las contribuciones que exigía la corona. O sea, que el judaísmo español no era cosa privada y personal; tenía una estructura comunitaria dotada de autonomía; formaba un enclave en la sociedad feudal. ¿Podía el Estado, sobre todo un Estado moderno, con su afán de racionalización, admitir la permanencia de tal estructura derogatoria, separada del derecho común? ¿Es compatible la presencia de comunidades separadas y autónomas con la pertenencia a la nación? Este es el problema que tuvieron que examinar los reyes; de la afirmación del derecho de cada uno a ser diferente se pasa pronto a exigir una diferencia de derechos, es decir, la constitución de comunidades separadas. La España de los Reyes Católicos resolvió el problema de manera negativa. Lo que se pretendió entonces fue asimilar completamente a judaizantes y judíos para que no existiera más que cristianos. Debieron de pensar los reyes que la perspectiva de la expulsión animaría a los judíos a convertirse masivamente y que así una paulatina asimilación acabaría con los restos del judaísmo. Se equivocaron en esto. Una amplia proporción prefirió marcharse, con todo lo que ello suponía de desgarramientos, sacrificios y vejaciones, y seguir fieles a su fe. Se negaron rotundamente a la asimilación que se les ofrecía como alternativa.

    Se dirá: ¿por qué no se procedió de la misma forma con los mudéjares que formaban minorías importantes en el valle del Ebro, en el reino de Valencia y en el recién conquistado de Granada? No hay que interpretar la diferencia del trato concedido a judíos y musulmanes en 1492 como una renunciación de los soberanos a establecer la unidad religiosa de España. La verdad es que el caso de los moros parecía menos urgente. Se pensaba en una paulatina conversión de los moros. El primer arzobispo de Granada, fray Hernando de Talavera, desarrolló en este sentido un apostolado y una política persuasiva que contrasta con los métodos violentos empleados contra los judíos. Esta política no podía dar resultados inmediatos. Por eso, a finales del siglo xv, las autoridades decidieron anular varias de las garantías concedidas en 1492, cambio de actitud que provocó la sublevación de la población mora de Granada en 1500. Dos años más tarde, los reyes aplicaron a los moros medidas semejantes a las que habían tomado contra los judíos; se les obligó a convertirse o a salir de España. La mayoría de ellos prefirió quedarse en España; se hicieron católicos, pero los cristianos nuevos de moros, los moriscos, cambiaron poca cosa a sus creencias, su existencia, sus costumbres. Ya les llegará su turno a los moriscos que también serán expulsados a principios del siglo XVll. En su esencia, el problema es el mismo, pero mudéjares, primero, luego moriscos presentan características distintas de las de los judíos y conversos. Forman minorías sumisas, estrechamente vigiladas por los señores que explotan aquella mano de obra barata y dócil. Sobre todo los moriscos -ellos también cristianos nuevos como los conversos, al fin y al cabo no ocupan en la sociedad puestos relevantes, ni en la administración, ni en el clero, ni en los negocios; viven en el campo o en la sierra ocupados en sus labores, sin entrometerse en los asuntos de los cristianos. Por ello se observa la relativa paciencia y mansedumbre con que fueron tratados por las autoridades y por la Inquisición durante decenios hasta que, en tiempos de Felipe II, decidió el Estado forzarlos a renunciar, no sólo a sus creencias, sino a su lengua, a sus vestidos, a sus costumbres tradicionales. Se trataba en este caso también de asimilar los moriscos al resto de la sociedad, como se había hecho antes con los judíos. El resultado fue el mismo. En ambos casos España fracasó.

    ¿Qué consecuencias tuvo para España la expulsión de los judíos? En 1813, durante la discusión, en las Cortes de Cádiz, del proyecto de decreto para suprimir el tribunal de la Inquisición, uno de los oradores exclamó: «No debe reputarse por una paradoja decir que la ignorancia de la religión, el atraso de las ciencias, la decadencia de las artes, del comercio y de la agricultura y la despoblación y pobreza de España provienen en gran parte del sistema de la Inquisición, porque la industria, las ciencias, no menos que la religión, las hacen florecer  hombres grandes que  fomentan, vivifican y enseñan con su ilustración, con su elocuencia y con su ejemplo». Efectivamente, siguiendo esta línea, la historiografía liberal del siglo XIX estuvo convencida de que la decadencia de Espala se debía fundamentalmente a la política religiosa inaugurada por los Reyes Católicos: la Inquisición, que se ensañaba contra los conversos, y la expulsión de los judíos privaron a la nación de sus elites económicas y culturales; el fanatismo impidió que España se desarrollara desde el punto de vista material y científico; el prejuicio de la limpieza de sangre sometió a los conversos -que eran los elementos más dinámicos y emprendedores de la población española- a una serie de discriminaciones que les impidieron dedicarse a fondo en los negocios y el cultivo de la ciencia; las actividades económicas e intelectuales quedaron desvalorizadas por considerarlas privativas de los conversos; los cristianos viejos se apartaron de ellas; todos querían ser hidalgos, nadie mercader; España se hundió en la miseria y el oscurantismo. [...]