jueves, 29 de septiembre de 2016

Las semejanzas entre Adolfo Hitler y Donald Trump

¡Mucho cuidado con las semejanzas entre Adolf Hitler y Donald Trump! México y los Estados Unidos de América son dos naciones que merecen un futuro común de paz y prosperidad.
¡Mucho cuidado con las semejanzas entre Adolf Hitler y Donald Trump! México y los Estados Unidos de América son dos naciones que merecen un futuro común de paz y prosperidad.
Por Guillermo Hurtado.-
En el siglo XIX, los Estados Unidos de América se expandieron de manera asombrosa. A diferencia de Inglaterra o Francia, naciones que salieron de Europa para obtener mercados, materias primas y mano de obra semi-esclavizada en África o Asia, los Estados Unidos de América pudieron mover sus fronteras continentales por medio de una serie de adquisiciones territoriales afortunadas, como la compra de la Luisiana en 1803, y por una guerra con México que le concedió, en 1848, una extensión de más de dos millones de kilómetros cuadrados.
En el siglo XX, Hitler veía con envidia la expansión territorial de los Estados Unidos de América a costa de México. Como Inglaterra y Francia monopolizaban la globalidad colonial, a Alemania no le quedaba más remedio, según Hitler, que ampliarse hacia el oriente, hacia Ucrania y Rusia, para poder tener el lebensraum, el espacio vital que supuestamente necesitaba el pueblo alemán. Desde la lectura hitleriana de la historia, los eslavos eran los equivalentes de los mexicanos: una raza inferior que merecía ser eliminada o, por lo menos expulsada de un territorio que sería ocupado por una raza superior.
No se debe olvidar que antes de que la Alemania Nazi justificara sus invasiones y asesinatos masivos sobre la base del concepto de lebensraum, en los Estados Unidos de América se manejó el concepto de manifest destiny para justificar su expansión hacia el oeste. Según la doctrina del destino manifiesto, América era para los americanos, es decir, para los habitantes blancos de los Estados Unidos. Era la voluntad de Dios que los norteamericanos llegaran hasta el Océano Pacífico. Si para ello había que desembolsar dinero para comprar territorios, había que hacerlo. Si había que exterminar a los pueblos originarios que ocupaban esas tierras, no había que tentarse el corazón. Y si había que invadir México y arrebatarle la mitad de su territorio, pues adelante. Todo ello era la voluntad de Dios.
Los alemanes internaron a los judíos dentro de los campos de concentración. Los norteamericanos internaron a los indios en reservaciones. No es lo mismo, claro, pero el objetivo, en parte, era semejante: apropiarse de las tierras, de las riquezas, hacer una limpieza étnica del paisaje.
Si los norteamericanos no se quedaron con más territorio después de la guerra contra México fue porque ellos querían tierras vírgenes, impolutas, no sucios mexicanos dentro de sus fronteras. Los habitantes mexicanos de California, Nuevo México, Arizona, Colorado y Nevada fueron hostigados para que dejaran sus propiedades y cruzaran la frontera, como había sucedido antes con los habitantes de origen hispano de Texas.
En las películas conocidas como westerns se aprecian enormes praderas en las que los colonos blancos tienen que luchar para erradicar la plaga de los indios y los mexicanos. Hitler también pensaba que los judíos, los gitanos y otros pueblos eran una peste y que había que limpiar al mundo de ellos.
En su reciente libro Black Earth: The Holocaust as History and Warning, Timothy Snyder sostiene que entender los resortes de la historia del holocausto debe servirnos para no repetir los crímenes cometidos por Hitler. Yo pienso que entender la historia del expansionismo y del racismo de los Estados Unidos de América, también es fundamental para que alertemos a nuestros vecinos del norte del peligro que significa Donald Trump.
Trump es un mequetrefe que no merecería nuestra atención si no fuera porque su campaña política, en contra de todos los pronósticos, está creciendo. No olvidemos que lo mismo sucedió con Hitler, a quienes los alemanes más cultos consideraban como un payaso que no significaba un peligro real.
Palabras más o palabras menos, Trump quiere expulsar de los Estados Unidos de América a los mexicanos que le incomodan y le sobran. Quiere construir un muro para que su país permanezca limpio de esa plaga cultural y racial. Estos proyectos pueden parecer enajenados, pero, si conocemos la historia de los Estados Unidos de América, sabremos que no son una anomalía. Es más, podría decirse que el proyecto de Trump concuerda con el de aquellos que expulsaron a los mexicanos a sangre y fuego de las ricas tierras que ahora pertenecen a los Estados Unidos de América.
¡Mucho cuidado con las semejanzas entre Adolf Hitler y Donald Trump! México y los Estados Unidos de América son dos naciones que merecen un futuro común de paz y prosperidad.

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