jueves, 14 de abril de 2016

Más de 60.000 personas se alimentan de plantas para sobrevivir en Irak

"Faluya es testigo de los peores días de su historia", maldice Mohamed al Eisaui, un vecino de la villa, en conversación telefónica con El Mundo. Según el diario español, víctimas de 71 días de asedio, los habitantes de Faluya se mueren de hambre. Sin alimentos ni medicinas, sus castigados estómagos se han acostumbrado a las migajas del pan preparado con las semillas de los dátiles que recogen de la calle y a las sopas a base del forraje de los campos cercanos. Para suplir la absoluta falta de combustible, no han tenido más remedio que desvalijar sus casas en busca de madera con la que calentarse y prender a diario los fogones.
Faluya, a unos 40 kilómetros al oeste de Bagdad, cayó en manos del Estado Islámico en enero de 2014. Desde entonces, ha permanecido bajo el yugo del grupo terrorista.
"La situación es cada vez más precaria. No quedan comida ni medicamentos. Hay niños que se están muriendo de hambre", advierte a este diario Maged, un habitante de Faluya que ha escapado al cerco.

En los últimos meses, la situación se ha cobrado al menos 140 vidas –la mayoría, menores de edad–, según un listado proporcionado a Human Rights Watch (HRW) por un funcionario iraquí. "Mis hijos y yo nos hemos acostumbrado a comer plantas que crecen en los alrededores y algunas verduras que logro comprar en el mercado. Pero la falta de combustible resulta casi tan mala como la ausencia de comida", reconoce Um Ahmad, vecina de Faluya, a la web localNiqash. "El fuego para cocinar –agrega– ha consumido nuestro mobiliario. No queda ni un solo listón de madera en la casa. Los armarios y las camas, las puertas e incluso los marcos de las fotografías y los libros... Todo ha ardido".
Según el relato de un residente, un saco de 50 kilos de harina se vende a 730 dólares y el de azúcar a 500 dólares, muy lejos de los 17 y 40 dólares por los que se despachan las mismas cantidades en los mercados bagdadíes. El precio del trigo, por su parte, se ha multiplicado por seis desde diciembre. "Es un desastre humanitario. La gente come hierbas y basura para sobrevivir".
Los hambrientos que emprenden la huida se arriesgan a morir. La semana pasada, los yihadistas enviaron a la hoguera a 15 civiles por tratar de abandonar la ciudad.

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