Ingerir esta sustancia tan temprano puede tener consecuencias irreversibles. Un reciente estudio del King´s College de Londres, la Universidad de Duke (Estados Unidos) y la Universidad de Otago (Nueva Zelanda) ha concluido que fumar porros en la adolescencia afecta al desarrollo del cerebro y deteriora las capacidades intelectuales a largo plazo.
Tanto en jóvenes como en adultos, la mayor parte de los perjuicios del cannabis están asociados al cerebro; sin embargo, no es la única región de nuestro organismo que padece sus efectos adversos:
En relación con el sistema nervioso central, el consumo de esta sustancia produce efectos como euforia, dificultades para aprender, disminución de la capacidad de concentración, fallos de la memoria o dificultad en el habla.
Hace daño al sistema respiratorio dado que la manera más extendida de consumir marihuana es fumándola. El cannabis causa irritación de las vías respiratorias y es un factor de riesgo para la aparición de patologías pulmonares y bronquiales.
El sistema cardiovascular también se resiente y es posible la aparición de taquicardias si se abusa del cannabis.
El consumo regular de marihuana relaja el sistema inmunológico hasta el punto de hacernos más vulnerables frente a la invasión de microorganismos.
La acción de la marihuana sobre el sistema endocrino puede causar impotencia en los hombres y reducir la producción de óvulos en la mujer.
La mayor parte de esos efectos negativos de la marihuana desaparecen a corto plazo, sin embargo, el consumo abusivo puede inducir trastornos como ansiedad, depresión, psicosis, pánico, alteraciones de la conducta, falta de motivación o síndrome de abstinencia.
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